Cacaolat  
     
 

A las doce y doce minutos del cuatro de diciembre del 1931 Joan Viader Roger solicitaba ante el registro de la Propiedad Industrial de Madrid la concesión de la marca Cacaolat para distinguir "una bebida nutritiva refrescante". Hacía sólo un rato que, en el mismo edificio pero en otro negociado, había presentado la solicitud de una patente de introducción para "un procedimiento de fabricación derivado de la descremació de la leche para la elaboración de una bebida refrescante". Una y otro, concedidas a los meses siguientes y perfeccionadas con dos patentes más de los años 1934 y 1935, dieron origen a una de las bebidas más populares, primero de Cataluña y después de todo el estado: el Cacaolat.


De hecho, pero, la historia empezó unos meses antes. Marc Viader Bas, el padre del creador de el Cacaolat, el primer batido industrial de leche y cacao del mundo, era un conocido industrial catalán, que había fundado el 1925, con once socios más de la Asociación de Receptores y Vendedores de Leche de Barcelona, la Sociedad Anónima Letona. Padre e hijo (este último, de hecho y por delegación de su padre, el gerente efectivo de la empresa), estaban muy interesados a conocer los últimos adelantos técnicos de la industria lechera y también de las explotaciones ganaderas centroeuropeas, por eso, cuando se los ofreció la oportunidad de viajar hasta Budapest para asistir a la Feria Internacional, decidieron ir pese a la incertidumbre de la situación política.

 
  El 14 de abril de 1931 se proclamó la República, y el 20 del mismo mes, unos funcionarios de policía todavía medio descolocados por los acontecimientos, expidieron los pasaportes de padre e hijo, apresurándose a rallar la corona real que aparecía en la portada. Un detalle que no pasó desapercibido a los aduaneros húngaros que diez días más tarde, el 1 de mayo los dejaron pasar después de muchas dudas.

El 9 de mayo de 1931 se inauguró con toda solemnidad la Feria Internacional de Budapest. Marc y Joan recorrieron con los ojos muy abiertos todo el que de interesante les ofrecía la muestra. La hospitalidad magiar se concretó con una invitación muy precisa: los Viader fueron invitados a asistir al casamiento de la hija de unos de los comisarios. Si entre las familias pudientes de Cataluña era costumbre que en los banquetes de boda se sirvieran hasta seis u ocho platos diferentes, las bodas centreuropees eran todavía más desmesuradas y abarcaban almuerzo, una primera cena a última hora de la tarde y una segunda cena después de medianoche.


Fue poco antes de la medianoche cuando les sirvieron una bebida refrescante a base de leche y cacao que despertó la capacitado inventiva de Joan Viader. Hasta entonces ni en Catalunya ni en el resto de la península no se conocía nada parecido. El chocolate deshecho era una bebida espesa que se tomaba caliente. El joven industrial, que entonces sólo tenía veinticinco años, pensó de manera inmediata, y este fue también el sentido de su primera patente, fabricar industrialmente una bebida parecida a la que los había sido ofrecida en Budapest que permitiera aprovechar la leche desnatada.
 
 
 
 

Durante muchos años, después de extraer la nata, la leche resultante, a pesar de mantener intactas sus propiedades alimenticias, se tiraba. Le llamaban chirri y nadie lo quería ni que fuera para "mantener la línea". Joan Viader pensó que el nuevo producto no tenía porque hacerse con leche entera, más bien al contrario, podía ser la solución mágica para aprovechar el chirri.

De de regreso a Barcelona, el gerente de Letona se puso a trabajar en el laboratorio y en los autoclaves de esterilización de la fábrica. Antes de encontrar la fórmula definitiva tuvo que hacer muchas pruebas. En primer lugar había que encontrar una mezcla que fuera especialmente agradable al paladar y a continuación, conseguir que mantuviera todas sus propiedades después de esterilizada.


Finalmente, con aromas naturales que retocaban ligeramente el sabor de chocolate, y con la utilización de cacao puro y leche semidesnatada en contra de la idea original, Joan Viader consiguió una suspensión coloidal perfecta y estable, apta para la esterilización en botella y sin ningún tipo de conservante.

Había nacido Cacaolat.

 
 
       
       

El nuevo producto se presentó oficialmente en la VI Feria de Muestras de Barcelona, en junio de 1933. En el estand de las Granjas Viader se ofrecía la oportunidad de probarlo gratuitamente, servido en unos vasitos de papel. Pero el éxito fue tan grande y hubo un alud de gente tan preocupante, que los Viader optaron para cobrar cinco céntimos por cada vaso con la única finalidad de reducir el número de público.

Durante los primeros años la propiedad del producto continuó en manos de Joan Viader. La elaboración de la mezcla original se hacía a las granjas de su padre, y el proceso de fabricación finalizaba en la fábrica de Letona que el mismo Joan dirigía.

Pero, pocos meses antes de que el estallido de la guerra civil interrumpiera su fabricación, Marc Viader Bas pidió a su hijo que le cediera las patentes y las marcas para provecho de toda la familia y el 16 de abril de 1936 se produjo el cambio de titularidad del hijo en favor del padre.

Durante catorce largos años  Cacaolat pasó a ser sólo un recuerdo, como tantas y tantas otras cosas "de antes de la guerra". El aislamiento internacional a que estaba sometido el régimen de Franco suspendió las importaciones de cacao y el poco que llegaba no tenía la calidad que los Viader exigían para su producto.

Finalmente, un domingo del verano de 1950, el gerente de Letona le puede traer a su padre, que vive retirado en el pueblo de Cardedeu, y mostrar a sus hijos que nunca lo habían probado, un "cacaolat" que hacía realidad la frase publicitaria, ahora ya exclusivamente en castellano, que proclamaba: "De igual calidad al de 1936".

  BIBLIOGRAÍA SOBRE CACAOLAT
 

 

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